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The Tortuous Path Of Self-Doubt: How Indecisiveness Kills Dreams

El tortuoso camino de la duda en uno mismo: Cómo la indecisión mata los sueños

La objetividad, la autoevaluación sincera y el escepticismo saludable son fundamentales para mantenerse claro con uno mismo y en contacto con la realidad. No obstante, la duda y la indecisión crónicas son los peores enemigos del éxito. Debemos encontrar un equilibrio.

Aquellos que evitan o posponen tomar decisiones de forma habitual, en realidad están decidiendo no triunfar. A veces, esperar el momento perfecto se convierte en una espera eterna. El éxito es el resultado de tomar decisiones, asumir las consecuencias de las mismas, aprender de ellas y avanzar al siguiente reto en busca de un sueño. En resumen, el éxito se hace posible cuando actuamos, idealmente con reflexión, pero sin caer en un exceso de análisis con inacción.

A la luz de lo anterior, es importante preguntarnos, ¿cuál es el origen de la indecisión? La respuesta más común es el miedo al fracaso. Aunque cierta, esta afirmación puede sonar un poco cliché. Así que vamos un paso más allá.

El miedo al fracaso es un miedo social

El fracaso en el vacío no genera miedo. Si pudiéramos fracasar en un mundo sin testigos ni consecuencias, todos seríamos mucho más audaces. El temor subyacente es a su repercusión, es decir, a la vergüenza y la culpa. En el caso de un negocio, se podría argumentar que el verdadero miedo es a la bancarrota. Pero si te aseguraran que nadie te juzgaría ni te haría sentir culpable por tal cosa, y que tendrías acceso a recursos adicionales con total certeza, seguramente te sentirías menos aprensivo ante la posibilidad de fracasar.

El miedo a la vergüenza y la culpa es humano. Somos seres sociales y, como tales, tenemos en cuenta cómo nos perciben los demás. Visto en su justa medida, ese miedo tiene el potencial de hacernos prudentes y estratégicos, pero cuando se desborda, nos sumerge en un mundo de inseguridad, dudas y análisis excesivo que puede paralizarnos.

Podemos hacer manejable el miedo al fracaso poniéndolo en contexto

Como lo expresa el Dr. Guy Winch, la principal dificultad al abordar el miedo al fracaso es que tiende a operar a nivel inconsciente. Por ello, diseñé un sistema muy simple que nos ayuda a distinguir entre cuándo el miedo al fracaso nos paraliza y cuándo nos hace sabios, prudentes y estratégicos. Así, el modelo describe tanto el camino de la indecisión como el de la toma de decisiones, de manera que podamos pasar del uno al otro con mayor facilidad.

El camino de la indecisión tiene las siguientes tres etapas:

  1. Miedo al fracaso. El miedo al fracaso es como una niebla espesa que ciega nuestro juicio sobre nosotros mismos y el mundo. Cuando nos enfocamos demasiado en las opiniones de los demás, nos resulta difícil saber qué nos gusta y qué nos disgusta, qué nos apasiona y qué nos aburre. A veces estamos tan pendientes de la manera en que nos ven otros que evitamos explorar nuestros verdaderos talentos e intereses, ya que podríamos descubrir que nuestras inclinaciones naturales no corresponden con lo que la sociedad considera prestigioso, valioso o tradicional. ¿El resultado? Pues terminamos no definiendo honestamente nuestro propósito superior (misión) y nuestros objetivos (visión). Si esto nos ocurre, difícilmente lograremos dedicarnos a algo que realmente nos apasione por el solo hecho de tratar de “evitar el fracaso ante los demás”. Y, como resultado, nos volveremos crónicamente aprensivos.
  2. Parálisis por análisis y acción aprensiva. La aprensión nos lleva a saturarnos de exceso de información y a sobreanalizar las opciones disponibles. Como resultado, es probable que caigamos en el síndrome conocido como parálisis por análisis, el cual nos hace incapaces de apreciar las evidentes virtudes de las opciones que estamos considerando. Y, si alguna vez conquistamos el valor suficiente para dar un paso adelante y tomar una decisión, lo haremos con mucha aprensión, lo que suele engendrar una predisposición negativa.
  3. Experimentar culpa y vergüenza. Fracasar en algo que nos gusta hacer es dramáticamente menos doloroso que fracasar en algo que hacemos por obligación y conformidad. Cuando fracasamos en algo que nos apasiona, al menos tenemos el recuerdo y la satisfacción de haberlo intentado. Sin embargo, cuando fracasamos en algo que hacemos por mero conformismo, ni siquiera tenemos el recuerdo de haber disfrutado el intento. Es por esto que aquellos que se mueven principalmente por el miedo al fracaso evalúan sus decisiones principalmente a través del lente de evitar la culpa y la vergüenza. Curiosamente, dicha actitud les impide explotar toda su creatividad y demás talentos, lo que hace que el fracaso sea mucho más probable, llevándoles a experimentar la culpa y la vergüenza que tanto querían evitar..

El camino de la toma de decisiones, en cambio, es significativamente diferente. Estas son las tres etapas de la toma de decisiones:

  1. Motivación. Cuando nuestro juicio no está nublado por el miedo, tenemos suficiente confianza y valentía para explorar nuestras verdaderas pasiones y talentos, definiendo así nuestra misión y visión. A su vez, ganamos más confianza y enfoque. Es un ciclo virtuoso profundamente motivador. Aunque la posibilidad de error sigue presente, nuestra motivación será el mejor antídoto contra la parálisis por análisis y la acción aprensiva. Como seres humanos, la posibilidad de sentir miedos siempre existe. Sin embargo, al mantener el enfoque en nuestra misión y visión, podemos usar ese miedo como combustible para la sabiduría, la prudencia y la estrategia, haciendo que el miedo trabaje a nuestro favor.
  2. Información relevante. La confianza, el enfoque y la motivación son instrumentos fundamentales para diferenciar entre la información importante y el ruido. Esto se traduce en simplicidad, claridad y opciones accionables. La importancia de la información radica en que esta nos asista en regular y canalizar el impulso, pero no en sofocar la acción. Cuando el miedo es nuestra principal motivación, la información se convierte en una razón para no actuar. Cuando nos motiva una misión y una visión claras, la información se convierte en una herramienta para actuar con inteligencia.
  3. La responsabilidad es la capacidad de aceptar y aprender tanto de los logros como de los fracasos para seguir mejorando. Al ser honestos con nosotros mismos y apasionados por lo que hacemos, es mucho más probable que actuemos con responsabilidad. Y al ser responsables, nos liberamos del yugo paralizante de la culpa y la vergüenza.

En conclusión, el éxito depende de nuestra capacidad de tomar decisiones siendo tan conscientes como sea posible de nosotros mismos y de nuestro entorno. De esta manera, podemos hacer los preparativos necesarios antes de cada movimiento y los ajustes necesarios después, en un proceso continuo de avance y mejora. Esa consciencia, sin embargo, debe apoyarse en la capacidad de convertir la información en una fuente de inteligencia accionable y no en una justificación para el miedo. Al final del día, el estar de un lado de esa ecuación o del otro es cuestión de actitud, lo que hace que el éxito sea tanto un arte como una ciencia.

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